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jueves, 24 de abril de 2014

Huelga de Río Blanco, Veracruz

Río Blanco: crónica de un movimiento obrero textil
Por Roberto Espinosa de los Monteros
Investigador del INEHRM


Durante el régimen del general Porfirio Díaz, el sector industrial vivió un auge entre 1895 y 1910. Una de las principales industrias era la textil, que se desarrolló principalmente en el valle de Orizaba, en Veracruz. Hacia 1892, se fundó la fábrica de hilados y tejidos de Río Blanco, que a la postre se convertiría en la más grande del país. En los años siguientes, se crearon otras fábricas: Santa Gertrudis, Mirafuentes y Santa Rosa, San Lorenzo y Cerritos. Todas ellas pertenecían a ingleses, estadunidenses y franceses. Cientos de campesinos, artesanos, jornaleros y obreros provenientes de los estados de México, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca y el Bajío integraron la mano de obra.
Las condiciones de los obreros eran precarias: jornada laboral diaria de 14 horas, con 45 minutos para tomar alimentos. Se comenzaba a laborar desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche. El descuento de salarios se aplicaba, además, si el trabajador averiaba la maquinaria, y en las tiendas de raya se vendían mercancías mediante vales que se descontaban de los exiguos salarios.
En 1903 ocurrió la huelga de Linares, llamada así por Vicente Linares, hombre arbitrario que al ser removido de la unidad textil de San Lorenzo a Río Blanco provocó el descontento y suspensión de labores. Este movimiento fracasó y los principales obreros que participaron en la protesta fueron despedidos.
En marzo de 1906, un militante del Partido Liberal Mexicano llamado José Neira llegó a la ciudad de Orizaba. Neira era un excelente obrero tejedor, por lo que entró a trabajar en la fábrica de Río Blanco, en donde laboraban 2350 obreros textiles más.
Las condiciones laborales contrastaban abruptamente. Mientras que los ingleses ganaban entre 37.50 hasta 41.75 pesos a la semana, los connacionales ganaban seis pesos semanales, que era el sueldo de un capataz, y los obreros, 35 centavos al día por agotadoras jornadas de trabajo entre 12 y 14 horas. Las mujeres ganaban no más de 25 centavos y los niños, tan sólo diez. A estos salarios debían descontarse semanalmente: vivienda, multas por retraso, descompostura de alguna máquina, vales de la tienda de raya y las inevitables fiestas religiosas.
El ambiente laboral comenzó a disgustar a los obreros, tres de ellos: José Neira, Porfirio Meneses y Juan Olivares, todos de filiación magonista, se reunieron con el pastor protestante José Rumbia, Manuel Ávila y Andrés Mota. Inspirados por las páginas del periódico Regeneración, que circulaba en Río Blanco, Santa Rosa y Nogales, creían necesario fundar una organización que defendiera a los obreros.
De esta manera, las reuniones acordaron la creación de una organización mutualista que finalmente nació el 1 de abril de 1906, a la que llamaron el Gran Círculo de Obreros Libres de Río Blanco (GCOL). Esta organización pugnó por defender "la implantación de la jornada de ocho horas de trabajo y mejores salarios". Como presidente fungió Rumbia, pero en la mesa directiva quedó representada la corriente magonista, ya que Neira se hizo cargo de la vicepresidencia y Meneses de la secretaría.
Durante el festejo del 5 de mayo, se llevó a cabo una reunión en Nogales. Neira exhortó a luchar "contra el capitalismo que los explotaba y hacía perder la vida al pie de las máquinas con jornadas inhumanas y sueldos miserables". Para hacer efectiva su lucha, se acordó fundar un periódico al que nombraron Revolución Social, del cual Neira sería director, y Meneses y Juan Olivares los divulgadores.
Otra reunión más se llevó a cabo el 13 de mayo, en donde se acordó fundar en Nogales la primera sucursal del GCOL. No obstante, al comienzo de una ardua y retadora actividad obrera, el suicidio de Manuel Ávila consternó a los trabajadores, por lo que Neira ocupó su lugar en la presidencia del Gran Círculo de Río Blanco el 27 de mayo. Radical en sus ideas, concluyó su discurso de toma de posesión señalando: "En caso de dificultades con las empresas, iremos a la huelga y si con la huelga nada conseguimos, recurriremos a la dinamita y a la revolución".
En el verano de 1906, apareció en Río Blanco el primer número de Revolución Social, que se publicaba en la Ciudad de México por Paulino Martínez y Jesús Martínez Carreón, activos militantes del PLM. El primer número contenía un artículo del propio Neira titulado "En la arena", en el que denunciaba: "la prensa gobiernista pinta con tan bellos colores no es otra cosa que un gran ingenio donde el obrero mexicano ha llegado a tan bajo de miseria que, fuera de los rusos y los chinos, es el obrero más miserable de todo el mundo".
La lucha obrera creció. El domingo 10 de junio quedó constituido el Gran Círculo de Obreros Libres de Santa Rosa, siendo electo presidente el magonista Samuel A. Ramírez. Al aparecer, tras la edición del segundo número de Revolución Social, el régimen porfirista, que estaba al tanto de su publicación, ordenó la aprehensión de Martínez Carreón, quien más tarde murió debido a la tortura. A pesar de la censura, el periódico alcanzó a distribuirse en su segunda entrega en Río Blanco.
Ante el acoso constante que el presidente Porfirio Díaz y su homólogo estadunidense Theodore Roosevelt ejercían contra los miembros del Partido Liberal Mexicano, Neira, Olivares y Meneses huyeron de la región, por lo que el movimiento comenzó a declinar. La presidencia del GCOL quedó en manos del incondicional a la empresa, José Morales, quien colaboró estrechamente con los representantes de la administración de Díaz. Esta nueva etapa se caracterizó por detenciones, encarcelamientos y destituciones de los principales obreros.
El malestar por la dirección de Morales no se hizo esperar y se pidió su destitución de la presidencia, que se efectuó el 19 de noviembre de 1906, recayendo la misma en Samuel A. Ramírez, quien no tardó mucho en ser destituido también. Por su parte, los patrones crearon el Centro Industrial Mexicano, en cuyo reglamento prohibió a los obreros de la región lo siguiente:
Recibir en su casa visitas de amigos o parientes, leer periódicos o libros que no sean previamente censurados y por ende autorizados por los administradores de las fábricas; aceptar sin reserva los descuentos en sus salarios para fiestas cívicas o religiosas, pagar el importe de las "canillas" y "lanzaderas" que se destruyan por cualquier causa; cumplir estrictamente con la jornada diaria y su horario de seis de la mañana a ocho de la noche, con derecho a disfrutar de tres cuartos de hora para tomar alimentos.
Ante esto, los obreros poblanos y tlaxcaltecas decidieron declararse en huelga el 4 de diciembre en total desacuerdo al llamado "Reglamento de noviembre". El 14 de diciembre, Pascual Mendoza y José Morales enviaron un telegrama a Díaz para que mediara en el conflicto. El Centro Industrial se reunió y tomó la decisión de un paro patronal. El 26, Morales y Mendoza se entrevistaron en Palacio Nacional con Díaz.
Para finales de diciembre de 1906, casi todos los establecimientos textiles del país estaban cerrados, y la crisis alcanzaba su máximo punto al afectar a cerca de treinta mil trabajadores.
El 4 de enero de 1907, el gobierno de Díaz emitió una sentencia favorable a los empresarios. En el laudo se conminaba a los trabajadores al regreso a sus centros de labores para el 7 de enero, con las prácticas que regían en los distintos establecimientos antes de la suspensión, y se obligaba a los patrones a estudiar un proyecto sobre las prestaciones y mejoras laborales.
El 6 de enero de 1907, en el Teatro Gorostiza de Orizaba, José Morales dio a conocer la noticia que molestó a miles de obreros de la región. El laudo era totalmente parcial a los intereses de los industriales, y se prohibía a los obreros los paros y las huelgas.
A la mañana siguiente, 7 de enero, a las afueras de la fábrica textil de Río Blanco, se aglomeró un grupo de personas con la intención de impedir el acceso de aquellos que quisieran regresar a las labores para dar cumplimiento al laudo. Los empresarios decidieron cerrar las fábricas, lo cual provocó que la muchedumbre dirigiera su ira contra la tienda de raya originándose un serio enfrentamiento que culminó con el saqueo e incendio del establecimiento.
Entonces, la muchedumbre enardecida se dirigió hacia la gendarmería, donde liberaron a los presos, para luego tomar dirección hacia Nogales. Durante el trayecto saquearon comercios, tres de ellos propiedad de Víctor Garcín, llamadas El centro comercial, El puerto de Veracruz y El modelo. En Nogales se dio el enfrentamiento con el 13er. Batallón al mando de José María Villarreal; las balas dispersaron, hirieron o mataron a la gente y otros más fueron encarcelados calculándose en cerca de doscientos trabajadores.
La noticia llegó a las autoridades estatales y federales, por lo que movilizaron un contingente de tropas al mando de Joaquín Mass, jefe de la Zona Militar de Veracruz. El 8 de enero otras tropas al mando de Rosalino Martínez, subsecretario de Guerra, arribaron a la zona conflictiva.
Para aplacar el movimiento, se llevaron a cabo fusilamientos sin formación de causa a los líderes obreros Ricardo Moreno y Manuel Juárez. Además, se enjuició a todos los encarcelados para determinar su participación en los hechos; los que lograron huir fueron perseguidos en las montañas. También se catearon las viviendas de los obreros en busca de simpatizantes y para recuperar los objetos saqueados.
El 13 de enero de 1907, se reiniciaron las labores en la fábrica de Río Blanco, notándose la disminución de obreros, ya que, según datos, se afirmó que de 2841 obreros que formaban la planta, sólo retornaron al trabajo alrededor de 2500; tres centenas de trabajadores tuvieron que huir del lugar amenazados, o bien fueron consignados, heridos o muertos. Los que quedaron en las cárceles eran miembros del Gran Círculo y fueron deportados a San Juan de Ulúa o a Quintana Roo.
Para el investigador Bernardo García Díaz, el significado de este movimiento radica en que contribuyó a erosionar la imagen del régimen porfiriano. El lugar de los hechos fue en el centro del país, muy cerca de la capital, en donde conmocionó a la opinión pública por lo cruento de la represión que afectó profundamente a la nación. Incluso, durante su campaña en Orizaba, Francisco I. Madero reconoció que los obreros deberían tener libertades para organizarse en "sociedades poderosas" a fin de poder defender sus derechos, y durante su gobierno toleró la militancia reivindicativa.

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