Río Blanco: crónica de un movimiento obrero textil
Por Roberto Espinosa de los Monteros
Investigador del INEHRM
Investigador del INEHRM
Durante el régimen del general Porfirio Díaz, el
sector industrial vivió un auge entre 1895 y 1910. Una de las
principales industrias era la textil, que se desarrolló principalmente
en el valle de Orizaba, en Veracruz. Hacia 1892, se fundó la fábrica de
hilados y tejidos de Río Blanco, que a la postre se convertiría en la
más grande del país. En los años siguientes, se crearon otras fábricas:
Santa Gertrudis, Mirafuentes y Santa Rosa, San Lorenzo y Cerritos. Todas
ellas pertenecían a ingleses, estadunidenses y franceses. Cientos de
campesinos, artesanos, jornaleros y obreros provenientes de los estados
de México, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca y el Bajío integraron la mano de
obra.
Las
condiciones de los obreros eran precarias: jornada laboral diaria de 14
horas, con 45 minutos para tomar alimentos. Se comenzaba a laborar desde
las seis de la mañana hasta las ocho de la noche. El descuento de
salarios se aplicaba, además, si el trabajador averiaba la maquinaria, y
en las tiendas de raya se vendían mercancías mediante vales que se
descontaban de los exiguos salarios.
En 1903
ocurrió la huelga de Linares, llamada así por Vicente Linares, hombre
arbitrario que al ser removido de la unidad textil de San Lorenzo a Río
Blanco provocó el descontento y suspensión de labores. Este movimiento
fracasó y los principales obreros que participaron en la protesta fueron
despedidos.
En marzo de
1906, un militante del Partido Liberal Mexicano llamado José Neira llegó
a la ciudad de Orizaba. Neira era un excelente obrero tejedor, por lo
que entró a trabajar en la fábrica de Río Blanco, en donde laboraban
2350 obreros textiles más.
Las
condiciones laborales contrastaban abruptamente. Mientras que los
ingleses ganaban entre 37.50 hasta 41.75 pesos a la semana, los
connacionales ganaban seis pesos semanales, que era el sueldo de un
capataz, y los obreros, 35 centavos al día por agotadoras jornadas de
trabajo entre 12 y 14 horas. Las mujeres ganaban no más de 25 centavos y
los niños, tan sólo diez. A estos salarios debían descontarse
semanalmente: vivienda, multas por retraso, descompostura de alguna
máquina, vales de la tienda de raya y las inevitables fiestas
religiosas.
El ambiente
laboral comenzó a disgustar a los obreros, tres de ellos: José Neira,
Porfirio Meneses y Juan Olivares, todos de filiación magonista, se
reunieron con el pastor protestante José Rumbia, Manuel Ávila y Andrés
Mota. Inspirados por las páginas del periódico Regeneración, que circulaba en Río Blanco, Santa Rosa y Nogales, creían necesario fundar una organización que defendiera a los obreros.
De esta
manera, las reuniones acordaron la creación de una organización
mutualista que finalmente nació el 1 de abril de 1906, a la que llamaron
el Gran Círculo de Obreros Libres de Río Blanco (GCOL). Esta
organización pugnó por defender "la implantación de la jornada de ocho
horas de trabajo y mejores salarios". Como presidente fungió Rumbia,
pero en la mesa directiva quedó representada la corriente magonista, ya
que Neira se hizo cargo de la vicepresidencia y Meneses de la
secretaría.
Durante el
festejo del 5 de mayo, se llevó a cabo una reunión en Nogales. Neira
exhortó a luchar "contra el capitalismo que los explotaba y hacía perder
la vida al pie de las máquinas con jornadas inhumanas y sueldos
miserables". Para hacer efectiva su lucha, se acordó fundar un periódico
al que nombraron Revolución Social, del cual Neira sería director, y Meneses y Juan Olivares los divulgadores.
Otra reunión
más se llevó a cabo el 13 de mayo, en donde se acordó fundar en Nogales
la primera sucursal del GCOL. No obstante, al comienzo de una ardua y
retadora actividad obrera, el suicidio de Manuel Ávila consternó a los
trabajadores, por lo que Neira ocupó su lugar en la presidencia del Gran
Círculo de Río Blanco el 27 de mayo. Radical en sus ideas, concluyó su
discurso de toma de posesión señalando: "En caso de dificultades con las
empresas, iremos a la huelga y si con la huelga nada conseguimos,
recurriremos a la dinamita y a la revolución".
En el verano de 1906, apareció en Río Blanco el primer número de Revolución Social,
que se publicaba en la Ciudad de México por Paulino Martínez y Jesús
Martínez Carreón, activos militantes del PLM. El primer número contenía
un artículo del propio Neira titulado "En la arena", en el que
denunciaba: "la prensa gobiernista pinta con tan bellos colores no es
otra cosa que un gran ingenio donde el obrero mexicano ha llegado a tan
bajo de miseria que, fuera de los rusos y los chinos, es el obrero más
miserable de todo el mundo".
La lucha
obrera creció. El domingo 10 de junio quedó constituido el Gran Círculo
de Obreros Libres de Santa Rosa, siendo electo presidente el magonista
Samuel A. Ramírez. Al aparecer, tras la edición del segundo número de Revolución Social,
el régimen porfirista, que estaba al tanto de su publicación, ordenó la
aprehensión de Martínez Carreón, quien más tarde murió debido a la
tortura. A pesar de la censura, el periódico alcanzó a distribuirse en
su segunda entrega en Río Blanco.
Ante el acoso
constante que el presidente Porfirio Díaz y su homólogo estadunidense
Theodore Roosevelt ejercían contra los miembros del Partido Liberal
Mexicano, Neira, Olivares y Meneses huyeron de la región, por lo que el
movimiento comenzó a declinar. La presidencia del GCOL quedó en manos
del incondicional a la empresa, José Morales, quien colaboró
estrechamente con los representantes de la administración de Díaz. Esta
nueva etapa se caracterizó por detenciones, encarcelamientos y
destituciones de los principales obreros.
El malestar
por la dirección de Morales no se hizo esperar y se pidió su destitución
de la presidencia, que se efectuó el 19 de noviembre de 1906, recayendo
la misma en Samuel A. Ramírez, quien no tardó mucho en ser destituido
también. Por su parte, los patrones crearon el Centro Industrial
Mexicano, en cuyo reglamento prohibió a los obreros de la región lo
siguiente:
Recibir en su casa visitas de amigos o parientes, leer periódicos o libros que no sean previamente censurados y por ende autorizados por los administradores de las fábricas; aceptar sin reserva los descuentos en sus salarios para fiestas cívicas o religiosas, pagar el importe de las "canillas" y "lanzaderas" que se destruyan por cualquier causa; cumplir estrictamente con la jornada diaria y su horario de seis de la mañana a ocho de la noche, con derecho a disfrutar de tres cuartos de hora para tomar alimentos.
Ante esto, los obreros poblanos y
tlaxcaltecas decidieron declararse en huelga el 4 de diciembre en total
desacuerdo al llamado "Reglamento de noviembre". El 14 de diciembre,
Pascual Mendoza y José Morales enviaron un telegrama a Díaz para que
mediara en el conflicto. El Centro Industrial se reunió y tomó la
decisión de un paro patronal. El 26, Morales y Mendoza se entrevistaron
en Palacio Nacional con Díaz.
Para finales
de diciembre de 1906, casi todos los establecimientos textiles del país
estaban cerrados, y la crisis alcanzaba su máximo punto al afectar a
cerca de treinta mil trabajadores.
El 4 de enero
de 1907, el gobierno de Díaz emitió una sentencia favorable a los
empresarios. En el laudo se conminaba a los trabajadores al regreso a
sus centros de labores para el 7 de enero, con las prácticas que regían
en los distintos establecimientos antes de la suspensión, y se obligaba a
los patrones a estudiar un proyecto sobre las prestaciones y mejoras
laborales.
El 6 de enero
de 1907, en el Teatro Gorostiza de Orizaba, José Morales dio a conocer
la noticia que molestó a miles de obreros de la región. El laudo era
totalmente parcial a los intereses de los industriales, y se prohibía a
los obreros los paros y las huelgas.
A la mañana
siguiente, 7 de enero, a las afueras de la fábrica textil de Río Blanco,
se aglomeró un grupo de personas con la intención de impedir el acceso
de aquellos que quisieran regresar a las labores para dar cumplimiento
al laudo. Los empresarios decidieron cerrar las fábricas, lo cual
provocó que la muchedumbre dirigiera su ira contra la tienda de raya
originándose un serio enfrentamiento que culminó con el saqueo e
incendio del establecimiento.
Entonces, la
muchedumbre enardecida se dirigió hacia la gendarmería, donde liberaron a
los presos, para luego tomar dirección hacia Nogales. Durante el
trayecto saquearon comercios, tres de ellos propiedad de Víctor Garcín,
llamadas El centro comercial, El puerto de Veracruz y El modelo. En
Nogales se dio el enfrentamiento con el 13er. Batallón al mando de José
María Villarreal; las balas dispersaron, hirieron o mataron a la gente y
otros más fueron encarcelados calculándose en cerca de doscientos
trabajadores.
La noticia
llegó a las autoridades estatales y federales, por lo que movilizaron un
contingente de tropas al mando de Joaquín Mass, jefe de la Zona Militar
de Veracruz. El 8 de enero otras tropas al mando de Rosalino Martínez,
subsecretario de Guerra, arribaron a la zona conflictiva.
Para aplacar
el movimiento, se llevaron a cabo fusilamientos sin formación de causa a
los líderes obreros Ricardo Moreno y Manuel Juárez. Además, se enjuició
a todos los encarcelados para determinar su participación en los
hechos; los que lograron huir fueron perseguidos en las montañas.
También se catearon las viviendas de los obreros en busca de
simpatizantes y para recuperar los objetos saqueados.
El 13 de enero
de 1907, se reiniciaron las labores en la fábrica de Río Blanco,
notándose la disminución de obreros, ya que, según datos, se afirmó que
de 2841 obreros que formaban la planta, sólo retornaron al trabajo
alrededor de 2500; tres centenas de trabajadores tuvieron que huir del
lugar amenazados, o bien fueron consignados, heridos o muertos. Los que
quedaron en las cárceles eran miembros del Gran Círculo y fueron
deportados a San Juan de Ulúa o a Quintana Roo.
Para el investigador
Bernardo García Díaz, el significado de este movimiento radica en que
contribuyó a erosionar la imagen del régimen porfiriano. El lugar de los
hechos fue en el centro del país, muy cerca de la capital, en donde
conmocionó a la opinión pública por lo cruento de la represión que
afectó profundamente a la nación. Incluso, durante su campaña en
Orizaba, Francisco I. Madero reconoció que los obreros deberían tener
libertades para organizarse en "sociedades poderosas" a fin de poder
defender sus derechos, y durante su gobierno toleró la militancia
reivindicativa.
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